Venezuela solicita a UNICEF que mantenga a una niña venezolana en Estados Unidos.

Caracas, 1 de mayo (Xinhua) – En un nuevo giro de la crisis humanitaria, el estado venezolano ha hecho pública la desgarradora situación de Maiiklyn Antonella Espinoza, una niña de tan solo dos años que actualmente se encuentra en los Estados Unidos, separada de su madre, Yoramenta Bernal. Esta última es una migrante que fue deportada por el gobierno de Donald Trump, generando un gran revuelo y preocupación tanto en Venezuela como en el ámbito internacional.
Las autoridades y defensores de derechos humanos en Caracas sostienen que estas separaciones familiares son equivalentes a un secuestro y una forma de separación forzada. De esta manera, se levantan voces para exigir un cambio en cómo se están manejando estas situaciones en EE. UU., donde miles de familias migrantes, y en particular muchas de origen venezolano, se están viendo afectadas.
En un esfuerzo por abordar esta delicada problemática, Anahí Arizmendi, quien ocupa el cargo de presidente del Instituto Nacional del Instituto Autónomo para los Derechos de los Niños y Adolescentes (Idenna), llevó a cabo una reunión crucial hoy en Caracas con representantes de UNICEF. Durante este encuentro, Arizmendi demandó la garantía del regreso inmediato de Maiiklyn a su país natal, enfatizando la urgencia y la importancia de restablecer el vínculo entre la menor y su familia.
A la reunión también asistieron la madre y la abuela de la niña, así como un funcionario del ministerio público, todos ellos con el objetivo de respaldar la solicitud formal de recuperación familiar. Este tipo de apoyo emocional y práctico es vital, ya que proporciona un entorno de unidad y fortaleza en medio de la adversidad.
Las autoridades venezolanas han estado advirtiendo sobre las consecuencias de la Ley de Enemigos Extranjeros, la cual ha sido utilizada por la administración estadounidense para justificar la separación de familias migrantes. Esta ley ha llevado a la fragmentación de numerosas familias, generando tensiones y un sentimiento profundo de injusticia. El caso concreto de Maiiklyn es mencionado como un ejemplo claro de lo que muchos consideran una violación grave de los derechos infantiles, según las opiniones de Arizmendi y varios otros activistas.
Después de concluir la reunión, Arizmendi se dirigió a los medios locales para manifestar la gravedad de la situación. Hizo un llamado a la comunidad internacional para que tome una postura firme en contra de estos abusos, instando a que se realicen acciones concretas en pro de la defensa de los derechos humanos y la protección de las familias. Desde Caracas se están intensificando las gestiones para que sean los organismos multilaterales quienes tomen medidas urgentes y efectivas que permitan restaurar el vínculo indispensable entre la niña y su familia. Este es un clamor que resuena desesperadamente en el corazón de muchas familias migrantes que, como la de Maiiklyn, viven en la incertidumbre y el sufrimiento en tierras ajenas.