Más de un caso diario en Costa Rica para el acoso sexual – Actualidad cr

SAN JOSÉ, 7 de julio (Elpais.cr) – Una historia impactante compartida por la directora de la defensa femenina, Kathya Rodríguez, durante un foro universitario, presentó las grietas que continúan en las instituciones públicas contra el acoso sexual.
Es una mujer que es alquilada como secretaria en una escuela pública, víctima de insinuaciones explícitas y hechos abusivos por el director del Centro Educativo, que incluso puso sus pantalones frente a ella en una oficina.
La víctima finalmente renunció a su trabajo, sin apoyo institucional, mientras que su agresor fue restablecido. Según Rodríguez, el asunto es verdadero y representativo de una realidad más generalizada de lo que muchas personas piensan.
Durante el «Foro de 30 años de la Ley: Desafíos institucionales contra el acoso sexual en la educación superior», organizado por la Oficina del Fiscal contra el Hosting Sexual y el Instituto de Estudios de Mujeres (IEM) de la Universidad Nacional (UNA), se enfatizó que el país enfrentaba una alta incidencia de este tipo de violencia, especialmente en el sector público.
Según los datos de la Oficina del Defensor del Pueblo, entre 2022 y junio de 2025, 1.714 quejas de acoso sexual se registraron en instituciones estatales. Esto representa un promedio de 1.34 casos por día, una cifra que puede aumentar si solo los días hábiles se consideran en el trabajo. En 2022, se documentaron 454 quejas, en 2023 ascendieron a 517, mientras que en 2024 423 informaron. Solo en la primera mitad de 2025 ya se cuentan 320 quejas.
El Ministerio de Educación Pública (MEP), el Fondo de Seguridad Social Costa Rican (CCSS) y el poder judicial concentran la mayoría de estos informes, con 58%, 9%y 8%respectivamente. Sin embargo, este patrón también está relacionado con el tamaño de sus formas. Por ejemplo, el miembro del Parlamento tiene más de 88 mil funcionarios, lo que lo convierte en el empleador público más importante del país.
Aunque el 57% de las quejas en sanciones para agresores concluyen, la impunidad sigue siendo una constante. Muchas víctimas enfrentan obstáculos institucionales, falta de orientación psicológica y legal, e incluso la presión de no continuar los procesos.
Rodríguez, en particular, lamenta el avivamiento que sufren muchos demandantes y la ausencia de mecanismos de protección efectivos, lo que obliga mucho a abandonar su trabajo, mientras que los agresores permanecen en sus posiciones o están integrados.
Educación superior: cifras, progreso y desafíos
En el caso específico de la Universidad Nacional (UNA), la tesorería titular Valeria Arroyo informó que hubo 60 quejas formales para el acoso sexual entre 2019 y 2024. El pico se alcanzó en 2019 con 20 casos, mientras que las cifras se redujeron en los siguientes años: 13 en 2020, 6 en 2021, 7 en 2022, 7 en 2023 y 7 tan lejos de 2024, aunque ocho quejas ya han contadas.
Arroyo enfatizó que el 68% de las víctimas tienen entre 18 y 25 años, y 30% entre 26 y 35 años. Es decir, la mayoría de los casos los estudiantes jóvenes a menudo participan en situaciones de vulnerabilidad para figuras de autoridad dentro del campo académico. En términos de género, un abrumador 82.2% de las víctimas son mujeres y 13.8% de hombres.
Con respecto a las resoluciones emitidas por los órganos internos de la Universidad, hubo 20 suspensiones, 9 descargas y 5 desalojos. Sin embargo, también hubo diez casos con resoluciones absolutas, 6 calificados como inadmisibles, otros 6 que no archivaron el proceso y 3.
Los espacios donde tienen lugar dichos eventos son diversos: aulas, estudiantes, recorridos académicos, transporte institucional, baños, refrescos, teatros universitarios y oficinas médicas.
Esta distribución demuestra que el acoso sexual no solo responde al trabajo o a los maestros, sino que ocurre en muchas áreas de la vida universitaria.
Reformas esenciales y mejoras institucionales
Durante su discurso en el foro, los taxones Arroyo insistieron en reformar la legislación actual – Ley 7476, que es tres décadas de efecto – y ajustar las regulaciones institucionales este año. Como prioridades, sugirió la especialización de los organismos responsables de procesar quejas, eliminando prácticas curiosas que recargan a los demandantes, una mayor velocidad para resolver negocios y garantías legales efectivas para víctimas y testigos.
«El objetivo es claro: reducir las barreras, garantizar el acceso efectivo a la justicia y la responsabilidad y la dedicación que acompaña a las víctimas», dijo Arroyo.
Steven Oreamuno, quien sirve al Consejo Universitario de UNA hasta el 1 de julio, ofreció algunos progresos institucionales recientes. Menciona el alquiler de un profesional legítimo para fortalecer la oficina del fiscal adjunto, la creación de una parte en la psicología y la expansión completa de la oficina del fiscal contra el anfitrión sexual. «Sabemos que todavía hay mucho trabajo por hacer en el camino a una cultura universitaria libre de acoso», dijo Oreamuno.
De la Universidad de Costa Rica (UCR), los representantes María Fernanda Valverde y Amanda Mesén también compartieron experiencias y desafíos en el cuidado de las quejas.
En ambas universidades, el compromiso de mantener los procesos continúa, fortalece las medidas preventivas y capacita a toda la comunidad académica en temas de igualdad, derechos humanos y protocolos contra el acoso.
30 años después de la ley
La Ley de Acoso Sexual en Empleo y Enseñanza (Ley 7476) se emitió el 3 de marzo de 1995. Aunque fue un progreso importante en la protección de las víctimas y la sanción de los responsables, expertos y defensores de las opiniones de los derechos de que necesita ajustes urgentes para responder a los desafíos actuales.
Kathya Rodríguez elogió el trabajo que hicieron universidades como la UNA y la UCR en este campo, que describió como «instituciones de Punta de Lanza» en la erradicación del acoso sexual. Sin embargo, advirtió que muchas otras entidades públicas no tienen una política sólida, personal especializado y protocolos efectivos.
La historia de Andrea (nombre ficticio), víctima sin justicia o recuperación, una historia sigue siendo demasiado común en la función pública costarricense. Una historia que enfatiza no solo el acoso sexual persistente, sino la complicidad del silencio institucional y la urgencia de las estructuras transformadoras que aún hacen posible la impunidad.