Los migrantes son suspendidos por los Estados Unidos a Costa Rica con permiso para trabajar – Actualidad cr

SAN JOSÉ, 9 de julio (ELPAÍS.CR) – El gobierno de Costa Rica decidió pagar el período de permanencia y la adjudicación de permiso de trabajo a 25 migrantes expulsados por los Estados Unidos al área costarricense en febrero del año pasado, dentro del marco de un acuerdo bilateral entre los dos países.
La medida les da a estas personas una extensión de seis meses bajo una categoría de residencia humanitaria.
Los beneficiarios de esta resolución son parte de un grupo más amplio de 200 personas, disposiciones de países asiáticos, africanos y europeos, transferidos por la decisión del gobierno de los Estados Unidos a Costa Rica. A su llegada, el grupo se distribuyó en dos vuelos: el primero el 20 de febrero y el segundo el 25 del mismo mes. Todos recibieron un ingreso extraordinario para la permanencia temporal en el país.
La Dirección General de Migración y Extranjeros (DGME) confirmó que los 25 migrantes que aún viven en Costa Rica se encuentran en el Centro de atención para la persona de Trek (CAPMI), ubicada en el cantón de los corredores, en la parte sur del país.
La resolución enfatiza que estas personas «no son bienvenidas en ningún programa, como el regreso voluntario a sus países de origen o refugio», por lo que obtienen una condición de protección especial en una categoría humanitaria.
La decisión responde en parte a las preguntas internacionales y locales sobre el tratamiento que estos migrantes recibieron de su llegada.
Varias organizaciones de derechos humanos, incluido el Centro de Justicia y Derecho Internacional (CEJIL), el Servicio Jesuita para Migrantes (SJM) y el Comité de Servicio de Americanos de Americanos (AFSC), condenaron violaciones repetidas de los derechos fundamentales de este grupo de personas.
En un informe conjunto, estas entidades acusaron al gobierno costarricense de detener arbitrariamente a los migrantes, negando el acceso a mecanismos de protección internacional y exponer posibles escenarios de enjuiciamiento y riesgo.
Según el documento, las autoridades también habrían violado el derecho a los migrantes de la salud, su integridad física y emocional, así como sus proyectos de vida.
La resolución publicada por el DGME no se refiere directamente a estas quejas, pero la concesión del permiso laboral y la expansión de la permanencia se interpreta como una reacción a la presión ejercida por la comunidad internacional y las organizaciones que defienden los derechos humanos.
Un limbo migrante sin precedentes
El caso produjo una discusión nacional e internacional debido al carácter inédito. Aunque Costa Rica ha sido históricamente un país que recibió migrantes y refugiados, la reubicación forzada de personas suspendidas por los Estados Unidos es un precedente complejo en la gestión de la inmigración de la región.
A diferencia de otros procesos de reubicación coordinados o voluntarios, los 200 migrantes fueron enviados a Costa Rica sin exponer a sus organizaciones y a algunos expertos legales, se les dio una clara oportunidad para preguntar asilo en los Estados Unidos o proponer sus casos ante casos judiciales.
«La transferencia forzada de estas personas, sin garantías de procedimiento o acceso a la protección internacional, forma una violación flagrante del derecho internacional y cuestiona la soberanía del estado costarricense al tomar las decisiones de los migrantes», dijo la directora regional de Cejil, Viviana Krsticevic.
La situación también produjo tensión política. Mientras que los sectores cercanos al gobierno justifican la medida como una acción humanitaria de acuerdo con las obligaciones bilaterales, otros actores sociales y políticos cuestionan la falta de transparencia del acuerdo entre Costa Rica y Estados Unidos, así como la ausencia de una política clara para garantizar los derechos y el bien de las personas transferidas.
Permiso de trabajo: una medida paliativa
Según algunos analistas, la autorización para trabajar durante seis meses representa una medida paliativa frente a una situación que dejó a estas personas en un limbo legítimo.
El acceso al empleo formal puede representar una ruta de integración temporal, pero no resuelve los problemas sustantivos asociados con su estado de inmigración.
«El permiso de trabajo no elimina el hecho de que estas personas no tienen una solución definitiva. Su situación sigue siendo incierta, y sin una política de protección integral están expuestas a nuevas formas de vulnerabilidad», dijo la abogada y especialista en derechos humanos Carolina Monge.
Por el momento, los 25 migrantes continúan en la supervisión del estado en el Capmi de los corredores, esperando una resolución final en su futuro. Algunos de ellos, a través de intermediarios, desean ser trasladados a terceros países o iniciar procesos de arreglos en Costa Rica, pero hasta ahora aún no se ha publicado un plan específico a este respecto.
El DGME no informó si se planeaba que este permiso se extendiera a otros migrantes del grupo inicial que dejaron el refugio o abandonó el país, o si los Estados Unidos habrían nuevas deportaciones bajo el mismo esquema por parte de los Estados Unidos.
Se continúan las quejas
Las quejas sobre violaciones de los derechos humanos siguen siendo activas. Varias organizaciones han presentado recursos legales y solicitudes de investigación ante casos nacionales e internacionales. La oficina del defensor del pueblo también solicitó un informe detallado sobre la gestión del caso y las garantías transferidas a las personas.
«El estado costarricense tiene la obligación de proteger a alguien dentro de su área, sin discriminación debido a su situación de nacionalidad o inmigración. Debe garantizar condiciones decentes, acceso a la salud y protección contra cualquier riesgo, especialmente cuando se trata de personas que han sido suspendidas sin el proceso necesario», dijeron los residentes, Angie Cruickshank.
Este episodio enfatiza los desafíos que enfrenta Costa Rica en la migración y los derechos humanos en un contexto regional cada vez más complicado.
La decisión de otorgar permisos de trabajo temporales puede ser un primer paso hacia una política más humanitaria, pero también plantea preguntas sobre la capacidad del estado para responder a la nueva presión de inmigración y garantizar un respeto ilimitado por los derechos fundamentales de todas las personas, independientemente de su origen.