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Las mujeres indígenas para adultos tendrán acceso al método de planificación a largo plazo – Actualidad cr

San José, 19 set (elpaís.cr). – Las mujeres indígenas para adultos pueden acceder voluntariamente al interplantador etonogestrel subdérmico, conocido comercialmente como implanon, dentro de los servicios de salud pública, según lo confirmado por la oficina del defensor del pueblo después de una investigación sobre barreras estructurales que afectan a esta población en el campo de la salud sexual y reproductiva.

La medida se especifica después de que el Hospital William Allen Taylor en Turrialba haya otorgado la autorización para ofrecer este método a mujeres indígenas durante 20 años, de edad fértil, antes del Fondo de Seguridad Social Costa Rican (CCSS) desde octubre de 2024.

Hasta ahora, el uso de este implante se ha limitado a adolescentes y mujeres hasta 20 años, lo que, según los datos del hospital, ha excluido más del 40% de la población femenina indígena de la edad reproductiva.

Factores de riesgo y barreras de acceso

Las autoridades médicas enfatizaron que las mujeres indígenas están experimentando problemas geográficos significativos y tienen más de 24 horas para obtener acceso a un centro de salud.

Debido a su visión del mundo y prácticas culturales, muchas personas también prefieren métodos prolongados que eviten consultas, especialmente si necesitan ser atendidas por el personal masculino.

La discreción ofrecida por este tipo de anticonceptivo también se valora en contextos donde los conflictos de parejas o la presión social se pueden dar sobre el control de la fertilidad.

La población indígena femenina de Turrialba también presenta un alto riesgo obstétrico. De las mujeres de edad fértil que asisten al hospital, el 51.4% pertenecen a comunidades indígenas, pero solo el 10.96% ha logrado acceder al implante bajo las restricciones anteriores.

Según los especialistas, un método anticonceptivo moderno, a largo plazo y culturalmente aceptado puede prevenir embarazos de alto riesgo e incluso reducir las muertes maternas en estas áreas.

Una medida de la clave de los derechos humanos

El informe del Relator Especial sobre los derechos de los pueblos indígenas en Costa Rica (julio de 2022) ya ha indicado, con preocupación, la desigualdad en el acceso a la salud sexual y reproductiva. El documento reveló que los embarazos adolescentes indígenas alcanzaron el 10,2%, más del doble del promedio nacional del 4.3%.

En sus recomendaciones, el Relator solicitó al estado que capacitara al personal de salud para eliminar las prácticas racistas o discriminatorias, y para garantizar servicios de calidad que prioricen la salud sexual y reproductiva de las niñas y mujeres indígenas.

La Oficina del Defensor del Pueblo está de acuerdo en que esta autorización no es solo una decisión clínica, sino una acción confirmatoria necesaria para combatir las desigualdades estructurales. En su opinión, es un paso hacia la garantía de autonomía, autodeterminación y respeto por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres históricamente marginadas.

Más allá de la clínica: justicia y relevancia cultural

El acceso al implante subdérmico, enfatizando al Defensor del Pueblo, no se limita a la prevención de embarazos no deseados. También es una medida de salud pública que responde a los principios de igualdad, no a la discriminación y la relevancia cultural.

Al dar a estas mujeres una opción segura, discreta y a largo plazo, no solo la prevención del embarazo de alto riesgo, sino también más atención humanizada, que reconoce la diversidad cultural y las condiciones de vida específicas en las áreas indígenas.

«Garantizar el acceso a este método anticonceptivo significa respetar la dignidad de estas mujeres, su derecho a decidir y su derecho a recibir servicios de salud en condiciones de capital», dijo el defensor del pueblo.

Un progreso en la lucha contra las brechas estructurales

La autorización de implantes para mujeres indígenas para adultos se interpreta como un progreso en la eliminación de barreras históricas relacionadas con la pobreza, la violencia, las distancias geográficas y la exclusión en el sistema de salud.

Para las comunidades, es una medida específica que mejora las oportunidades de salud sexual y reproductiva, y asistió a las advertencias que están en informes nacionales e internacionales sobre la deuda del estado costarricense con los derechos de las mujeres indígenas.

En palabras del defensor del pueblo, este cambio no solo protege la salud de quienes la necesitan, sino que también es un paso decisivo hacia la justicia reproductiva en el país.

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