El estudio de la UNA revela paradojas y desigualdades en el mercado laboral costarricense – Actualidad cr

San José, 19 de septiembre (). – El mercado laboral costarricense es una etapa caracterizada por paradojas y profundas desigualdades. Al mismo tiempo, el desempleo registra una reducción histórica, miles de personas han abandonado el mercado laboral, Agro pierde la participación antes del comercio y la industria, y las fuertes brechas de género continúan en ingresos y en términos de acceso al empleo.
El informe concluye por el informe «Potandemic Work Dynamics en Costa Rica (2019-2025), preparada por el Observatorio Económico y Social (Harvest) de la Escuela de Economía de la Universidad Nacional (UNA) y presentada por Roxana Morales académica, coordinadora de la cosecha y economista Fernando Rodríguez.
El análisis compara el desempeño del mercado laboral entre el segundo trimestre de 2019, antes de la pandemia Covid-19, y el mismo período de 2025, basado en datos oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INEC).
Desempleo fuera pero con menos personas en el mercado laboral
Uno de los hallazgos más llamativos es reducir el desempleo. En 2019, la tasa alcanzó el 11,9% de la población económicamente activa, subiendo 24% en 2020 para la crisis de salud y ahora es del 7,4%, el nivel más bajo en más de una década.
Sin embargo, esta mejora existe con una contracción del número de personas que participan en el mercado laboral. Según el estudio, el porcentaje de empleados entre 2019 y 2025 se redujo en un 6,2%, lo que significa que 152,697 personas dejaron de ser el trabajo activo.
Paralelo fue el índice de dependencia de 1.31 a 1.48 en el mismo período, lo que implica que para cada persona ocupada hay casi la mitad de la mitad que no recibe ingresos del empleo.
La población está creciendo a partir de la fuerza laboral
El informe indica que la población fuera de la fuerza laboral, que no está buscando trabajo o trabajo, ha crecido en 467.032 personas en seis años, un aumento del 32%.
La mayoría corresponde a personas de 60 años o más (75%), lo que refleja el envejecimiento de la población y el impacto de la jubilación anticipada o la exclusión del mercado laboral a la edad.
El peso de género es claro: en 2025, 1 205.069 mujeres estaban fuera de la fuerza laboral, en comparación con 719.892 hombres. Las razones principales dadas son la edad avanzada (29%) y las obligaciones familiares y de atención (26%).
«En seis años, el WAT dejó de trabajar para asistir a los hogares o familiares en un 54%, mientras que aquellos que se fueron a la edad aumentaron en un 179%. Esto refleja los cambios demográficos y sociales en el fondo, con consecuencias para la sostenibilidad de la seguridad social», explican los investigadores.
El componente de género enfatiza la desigualdad: entre las mujeres que están fuera del mercado laboral, el 40% indica responsabilidades de atención como la causa principal, en comparación con solo el 3% de los hombres.
Pérdida de trabajo en actividades de baja calificación
La reducción de los empleados se explica principalmente por la disminución del empleo en sectores que exigen bajos niveles educativos.
Entre 2019 y 2025, la agricultura, el ganado y la pesca perdieron 67 mil empleos, mientras que la construcción redujo casi 46 mil. En contraste, la industria manufacturera aumentó en 5.833 puestos, transporte y almacenamiento en 9.866, y las actividades administrativas agregaron más de 43 mil posiciones nuevas.
«Después de la pandemia, el empleo se concentra en ocupaciones con altas calificaciones, con estudios técnicos o universitarios. Paralelamente, los puestos de calificación bajo y mediano inferiores», advierte el informe.
Un hecho positivo es que la participación femenina en la educación superior y en el mercado laboral ha crecido. Actualmente, las mujeres entre la población con estudios más altos son del 52.5%.
Informalidad y bajo desempleo en retroceso
El estudio también detecta el progreso en la formalización. Entre 2019 y 2025, la informalidad cayó en 10.5 puntos porcentuales, que son equivalentes a 123,558 personas que se unieron al sistema de seguridad social.
La presentación (personas que trabajan involuntariamente menos de 40 horas a la semana) pasó del 10% en 2019 al 3.1% en 2025, una disminución significativa que refleja mejores condiciones.
Los desafíos: jóvenes, mujeres y brechas salariales
A pesar del progreso, los desafíos estructurales continúan. La población joven (de 15 a 24 años) representa el 36% de los desempleados, con mujeres en la peor situación: el 29.6% están desempleados en ese grupo de edad.
Además, el 20.7% de los jóvenes no estudian, lo cual es equivalente a 146.258 personas, un fenómeno conocido como ‘Ninis’.
En términos de ingresos, el promedio por empleo creció en 18.6% en 18.6%, impulsado por la disminución de la apoyo y la creación de posiciones más calificadas. Sin embargo, continúan fuertes desigualdades: en puestos menos especializados, las mujeres ganan hasta un 18% menos que los hombres.
Aunque el ingreso femenino en puestos de gestión y gestión es en promedio el hombre, la brecha salarial se mantiene en la mayoría de las profesiones de media calificación.
Debate sobre 4 × 3 días
Finalmente, el estudio de la UNO advierte sobre los riesgos de los días extraordinarios de los días extraordinarios (4 × 3), que se discute en la Asamblea Legislativa.
«Su implementación puede afectar la participación en el trabajo femenino y la profundización de las barreras estructurales relacionadas con la atención. La expansión del día diario limita las posibilidades de acceso y permanencia en las condiciones de stock, especialmente en un contexto de envejecimiento que aumenta la demanda de atención», concluye Morales y Rodríguez.
Un espejo de desigualdad
El informe confirma que Costa Rica recuperó parte del terreno perdido a la pandemia, pero que lo hizo desigual. La partida de miles de personas del mercado laboral, la presión demográfica del envejecimiento, la carga incrédula sobre la exclusión de las mujeres y los jóvenes, sigue siendo la dinámica del empleo en el país.
Las cifras, que están lejos de ser neutrales, han colocado la urgencia de diseñar políticas públicas que se distinguen por edad, género y territorio, lo que garantiza la inclusión laboral y reduce las brechas estructurales de un mercado laboral que aún no responde a las necesidades de la pandemia seis años después de la pandemia.