Cagas para humanos, libertad para animales en el Parque Nacional Costa Rica – Actualidad cr


San José, 14 de junio (Elpaíss.cr) .- El Parque Nacional Manuel Antonio, conocido por sus playas de arena blanca, su exuberante biodiversidad y su alto ski-skiing, ha dado un paso innovador para manejar el impacto humano en la vida silvestre: la instalación de «jaulas turísticas» como una estrategia para reducir la interacción perjudicial entre los visitantes y los animales, especialmente la comida motivada.
Con un récord de 478.068 visitantes durante 2023, Manuel Antonio reafirma como el parque más ocupado del país.
Sin embargo, esta popularidad ha traído un problema persistente y preocupante: interacción directa entre humanos y animales salvajes, especialmente para acceso, voluntario o accidental, desde animales hasta alimentos humanos.
«Tenemos mucha información y con los años hemos dado recomendaciones para reducir estas interacciones negativas», explica Laura Porras, académica e investigadora del Instituto Internacional de Conservación y Gestión de la Vida Silvestre (IComvis -UNA), una entidad que ha sido un monitoreo sistemático de estas interacciones en el parque desde 2012.
El problema de alimentar a los animales
Uno de los hallazgos más preocupantes del equipo de Icomvis fue el aumento del comportamiento cambiado en los animales, como la agresividad, la pérdida de la alimentación natural y la dependencia de los humanos. En muchos casos, se ha observado que los animales, especialmente Mapaches, monos y portadas, están cocinando a los turistas directamente para obtener comida, incluso agresivos.
A pesar de una serie de medidas implementadas a lo largo de los años, como la recolección diaria de residuos, el cierre del parque un día a la semana y la limitación de los ingresos de los alimentos, el problema continuó. La interacción entre humanos y animales siguió siendo una amenaza tanto para la fauna como para la seguridad de los visitantes.
Jaulas para humanos, libertad para animales
En octubre de 2023, y en respuesta a este problema, el equipo de conservación instaló dos estructuras de metal cerradas, una ubicada alrededor del refresco del parque (fundada a la pandemia antes de la prohibición para ingresar a los alimentos) y otra al lado de un área de tablas.
Estas estructuras, irónicamente llamadas ‘jaulas turísticas’, permiten a los visitantes comer dentro de un espacio controlado sin exponer a los animales al olor, la presencia o el desperdicio de alimentos.
«El turista entra, cierra, come allí, todo dentro. El manejo de la basura es interna y luego sale sin comida», explica Porras, subrayando la lógica del diseño, que no intenta cerrar a las personas, sino proteger a los animales.
Resultados medidos: menos encuentros, menos riesgos
Entre noviembre de 2023 y mayo de 2024, el equipo de ICOMVIS realizó un estudio sistemático a través de la observación directa, el registro de especies, el lugar, el tiempo, el tipo de interacción y la presencia o no de las guías turísticas. Los resultados fueron abrumadores: las interacciones relacionadas con los alimentos disminuyeron significativamente.
«Se nos ha descubierto que los mismos guardabosques, guías y turistas que han visitado el parque varias veces. El problema de los animales sobre los humanos para la comida se reduce considerablemente», dice el investigador.
Este éxito fue observado positivamente tanto por el personal operativo como por muchos visitantes regulares, que notan un entorno más ordenado, seguro y reverente hacia la vida silvestre.
El siguiente desafío: Cambiar el comportamiento humano
A pesar de los buenos resultados, el equipo reconoce que todavía hay mucho trabajo por hacer, especialmente con respecto a la conciencia del visitante.
«Siempre está el turista que logra poner comida o ofrecer una fruta del bosque al animal, lo cual está mal. Ahora tenemos que evaluar el comportamiento del turista», dice Porras.
Para consolidar el progreso, el desarrollo de una campaña de concientización clara y accesible se plantea como una tarea urgente que explican las jaulas, cuál es su función ecológica y qué consecuencias la interacción irresponsable con los animales. La falta de información sobre esta medida ha causado confusión en algunos visitantes, que no entienden su propósito o incluso lo consideran una limitación innecesaria.
«Muchos turistas no entienden por qué hay una jaula. El parque necesita difundir la información. La jaula está ahí por una razón y debe ser respetada», dice Porras, quien subraya la necesidad de acompañar esta medida física con un esfuerzo educativo sólido y continuo.
Un modelo factible
El caso de Manuel Antonio puede convertirse en una referencia regional e internacional sobre cómo enfrentar los efectos negativos del turismo de masas en la biodiversidad. Instalar estructuras físicas que limitan la exposición de la fauna al comportamiento humano inapropiado es una solución que se puede adaptar en otros parques con problemas similares.
Costa Rica, quien está orgullosa de su hito asociado con la sostenibilidad y la conservación, enfrenta el desafío de mantener el equilibrio entre el desarrollo turístico y la conservación ecológica. Las medidas como las jaulas turísticas representan un paso atrevido en esa dirección, lo que demuestra que la innovación de la conservación no siempre necesita tecnología complicada, sino que lo hará, la creatividad y la dedicación a la vida silvestre.
Mientras tanto, el Parque Nacional Manuel Antonio sigue siendo un paraíso natural, donde los animales pueden seguir siendo gracias a este tipo de iniciativas: animales libres, en su hábitat natural, lejos de azúcar, galletas y el riesgo que contacta a las personas.